miércoles, 26 de septiembre de 2007

El derecho a decir: radios universitarias y educativas en México

[Noviembre de 1999]

Autor: Lic. Irving Berlín Villafaña ©
Radio Universidad de Yucatán

Con profundo agradecimiento a los CIEES por el apoyo brindado durante la elaboración del presente panorama y a todos los colegas de las radios universitarias que compartieron conmigo de manera generosa sus experiencias. Gracias especiales a quienes me dieron su visión crítica: Enrique Velazco y Nereo Zamorano.

Ojalá que el estudio contribuya a mirarnos mejor y a caminar más deprisa y a no temer las sombras de las calles nuevas de la utopía.

La radio universitaria en México es una voz con tonos, tesituras y colores diferentes. Una y múltiple a la vez, la diferencia depende de los contextos regionales, históricos, sociales y educativos en los que se enclava. Las convergencias muestran la voluntad institucional de nuestras universidades o institutos de educación superior de promover emisoras que delimiten sus marcas sonoras con los demás modelos existentes en México, tales como las estaciones oficiales, estatales o comerciales. La delimitación, está visto, enfrenta la complejidad de la pérdida de la brújula, de los puntos de referencia que hacían ver la realidad como un orden indubitable. "Se aprecia una erosión de los mapas cognoscitivos; los esquemas familiares con sus distinciones entre política y economía, estado y sociedad civil, público y privado, etc., pierden valor informativo" (Lechner, 1995: 15). Hoy no es tan fácil establecer separaciones maniqueas entre lo bueno y lo malo; entre virtudes cultas y vicios populares; entre emisoras que extienden la cultura y otras que la destruyen o enajenan en bloque; entre programaciones de música clásica y música comercial. Vivimos, en consecuencia, en territorios sin centro o geografía; la ciudad y los sonidos de su espacio se asumen como un caos original desprovisto de sentido articulador.

La tarea de reconstruir los límites y proponer nuevas clasificaciones es una exigencia inevitable para el conocimiento y el hombre mismo; requerimos de una orientación, de un sistema de coordenadas que facilite el tránsito, la ubicación en el espacio el itinerario hacia el final de viaje. �Cómo poder saber hacia dónde guiar los pasos de un proyecto alternativo de radiodifusión, cuando "el otro" no es el norte frente al sur ni la seguridad de su diferencia radical?

La radio universitaria nacional existe desde los inicios de la radio en México. Paralela a la llamada radio comercial, forma parte de las emisoras permisionadas que representan desde su fundación la alteridad de los modelos dominantes encaminados al fortalecimiento del mercado interno y de las industrias culturales nacionales. Aunque este "otro yo" no admite en el cuerpo de la ley ninguna oposición radical y manifiesta en cuanto a sus obligaciones frente a la sociedad civil y frente al estado, es claro que su origen institucional (se trate de escuelas radiofónicas, radios comunitarias, culturales, estatales o universitarias) subraya los objetivos esenciales declarados en la propia ley de radiodifusión. Es decir, se trata de radios doblemente comprometidas con la educación y la cultura del país. En el espíritu de la ley vigente, las emisoras "concesionadas" y "permisionadas" tienen idénticos lineamientos que, sin embargo, se matizan al entregarse o caminar al margen de las presiones del mercado. Las primeras son radios cuya autosuficiencia financiera obliga atención privilegiada a lo vendible bajo ciertas condiciones del público consumidor, enfatizando la rentabilidad de la empresa y no la naturaleza del interés público. Las segundas son garantía de complementariedad y supuesta libertad para diseñar sus propuestas de carácter educativo o cultural sin los condicionamientos que imponen las leyes de la oferta y la demanda. En ambos casos, habrá de cumplirse aquello de "afirmar el respeto a los principios de la moral social. (...). Evitar influencias nocivas o perturbadoras al desarrollo armónico de la niñez. (...) Contribuir a elevar el nivel cultural del pueblo y conservar sus características nacionales, las costumbres del país y sus tradiciones. (...). Y fortalecer las convicciones democráticas, la unidad nacional y la amistad y cooperación internacionales".(1). Permiso y concesión son dos caras de la misma moneda; cara y cruz del medio regulado por la ley y matizado por la institución social a la que pertenecen.

La ley es el acto fundante dentro del estado de derecho. No obstante, más allá de las legislaciones, entre la coyuntura de la universidad, el desarrollo de las sociedades en las que se insertan y la acumulación de capitales propios del campo, es donde la radio universitaria encuentra sus rasgos de identidad. Sus historias, tropiezos y vaivenes están en su memoria como punto de referencia, lastre, capital acumulado, fuerzas en conflicto.

Aunque existen registros de diversos usos de la radiotelefonía aplicados a la difusión de la cultura a lo largo y ancho del país que dan cuenta de la voluntad individual de los pioneros que transmitían desde sus hogares lecturas de poemas o conciertos de piano de la familia culta, así como los intentos estatales de promover emisoras de asistencia social y cultural (como la CYY de las ligas centrales de resistencia socialista en Yucatán; la XEFO del Partido Nacional Revolucionario o la CZE de la Secretaría de Educación Pública), la radio cultural y universitaria en el país nace el 14 de junio de 1937 con la fundación de Radio Universidad Nacional Autónoma de México. Los objetivos fundamentales fueron extender la cultura en todo el país y en el extranjero, llevando "el dato científico más reciente, la voz de nuestros mejores profesores, las bibliografías más notables y cultas (...) nuestras estaciones estarán al servicio del país en el intercambio de ideas políticas y sociales. Por ellas podrán transmitirse todas las tendencias, todas las ideologías, pues nuestra labor es de absoluto desinterés al servicio de las clases imposibilitadas de congregarse aquí. Estaremos pues, al servicio de la cultura y al servicio del arte. (...) Por eso las estaciones universitarias transmitirán las grandes obras musicales de todos los tiempos y también las melodías anónimas del pueblo, armoniosas y cristalinas cuando son auténticas".(2).

La programación de la emisora, no obstante la agitación política de los tiempos de Lázaro Cárdenas, se distinguió por sus programas de conciertos "como las mejores radios europeas", según interesantes crónicas de prensa de la época. El periódico Novedades en su edición del 15 de junio de 1937 recordaba "con evidente nostalgia las conferencias de sociología que el maestro Antonio Caso dictó por la vieja Radio Educación y se lamentaba del distanciamiento habido entre la Universidad y la Secretaría de Educación (...) lo que evidencia la necesidad que tenía la universidad de poseer una estación radiodifusora propia que no debe verse contaminada bajo ningún pretexto con la política y la educación socialista". Los recursos de la nueva emisora la XEXX -que luego cambia sus siglas a las de XEUN-, eran limitados.

Esta necesidad social doble -de universitarios que buscan un medio y expresiones culturales que merecen sonar en la radio-, se ve repetida con posterioridad en la Universidad de San Luis Potosí y en la Universidad Veracruzana, quienes en 1938 y 1944, respectivamente, inician transmisiones. Manuel Carrillo, uno de los fundadores de la primera, señala: "a principios del año de 1938 se presentó en esta ciudad el general Lázaro Cárdenas, entonces presidente de la república y durante su estancia visitó la UASLP (...). Esta circunstancia fue aprovechada por el estudiante Manuel Antonio Méndez Guerrero. Este joven soñador, inquieto y bastante decidido, pide al presidente un viejo transmisor de radio y algunos aparatos de cabina de la difusora que pertenecía al ayuntamiento de la capital que laboraba bajo las siglas SEXH en 1250 khz. De esta manera nace Radio Universidad" (Carrillo, 1993: 63).

La Veracruzana se remonta a 1929, cuando la difusora del Departamento de Agricultura, Fomento y Obras Públicas se traslada al Departamento Universitario, manteniéndose con muchas irregularidades. No es sino hasta 1944 cuando la emisora "sale al aire" dependiendo de la Escuela de Artes y Oficios de Xalapa, Veracruz, con fines de enseñanza y difusión artística, ya que la pequeña ciudad contaba, como hasta la fecha, con grupos orquestales y teatrales de reconocido valor nacional.

Estas tres experiencias, a mi modo de ver, responden a lo que llamaríamos el modelo comunitario clásico de radiodifusión universitaria. Se trata de emisoras cuyos principios le otorgan a la radio el poder de extender a toda la sociedad la cultura institucional en los mismos formatos usados en las aulas y las salas de concierto que impactan, incluso, el tiempo de programación regido por el calendario académico de la institución, como el caso de Radio UNAM. Por los micrófonos se transmitirían óperas, bibliografía, conferencias y cursos con el objetivo de contribuir al desarrollo cultural de la población, entendiendo que las más altas expresiones de la cultura se asimilan casi siempre a los productos de la elite, cuya universalidad radica en su originalidad y libertad de creación, o bien que existen elementos "auténticos" y puros en las expresiones populares que deben ser amplificados.

Estas intenciones, desvinculadas de cualquier interés manifiesto de las audiencias envilecidas y degeneradas por la música comercial producida y transmitida desde la radio comercial, son desarrolladas por un grupo fundador: intelectuales, artistas, oradores, profesores, con un gran entusiasmo por reivindicar la tecnología y ponerla al servicio de objetivos nobles bajo el patrocinio del mecenas institucional que oscila entre la universidad y el gobierno, no siempre con las mejores condiciones productivas, instalaciones y equipamiento. Como se deduce de las crónicas periodísticas de la fundación de Radio UNAM y de los testimonios de pioneros de las otras dos emisoras, los proyectos nacen ante coyunturas específicas, como el desgaste de experimentos gubernamentales que pasan al sector educativo o la petición de profesores y alumnos de apoyos para la transmisión cultural. "La universidad era en su conjunto una aventura -dice Alejandro Gómez Arias, primer director de XEXX y orador de José Vasconcelos- y nosotros éramos una pequeña aventura dentro de la gran aventura universitaria (...) La estación estaba abierta, porque ese era nuestro propósito, y estaba abierta también por razones económicas. Como no podíamos pagar programas especiales y colaboraciones especiales, naturalmente era una estación casi sin programación rígida. (3).

La legitimidad del decir de estas primeras emisoras no está, pues, en las audiencias ni en mecanismos propios del mercado de medios, sino en las esferas oficiales de la institución, en el discurso iluminista y la crítica especializada. Es más, es notable el desprecio por los bienes culturales y procesos de recepción que se desatan en el consumo de los otros medios: "En realidad -dice don Alejandro Gómez-, yo no oigo radio ni veo mucha televisión, no puedo, no tengo tiempo para eso. A mí me parece signo de estos tiempos terribles que la gente prenda la televisión a las siete de la mañana y la apague a las doce de la noche. Claro, es la cultura deformadora de nuestra época y a veces creo que no pertenezco a ella". (4). El fundador de Radio UASLP "nos explica que todavía hace no mucho tiempo la buena música constituía, inclusive, un bello y perdurable factor de unión y de convivencia entre las familias mismas que acostumbraban tocar, indistintamente, la guitarra, el piano, el violín, etc., haciendo disfrutar a toda la familia de un sano esparcimiento. Actualmente y como consecuencia de los adelantos de la tecnología y la electrónica manifestados esencialmente en la radio y la TV, es mucha la gente que ha perdido ya el interés por adquirir algún instrumento musical y aprender a interpretarlo" (5). �Cuáles son las relaciones entre la cultura popular, la difundida por los medios y las eilustradas?�Dónde quedó la visión clara y crítica de José Vasconcelos, rector de 1920 a 1921 y secretario de Educación Pública, cuando decía: "Y resultaba un poco irónico hablarle al obrero hambriento de las excelsitudes del arte de Beethoven o de un Miguel Ángel. Pasado el estupor de auditorio y maestro, nadie volverá a recordar el encuentro un poco ridículo de la más alta sabiduría con la más desolada miseria?". (6).

Entre la contradicción manifiesta de ser un medio de comunicación inmerso en un mercado radiofónico, la emergencia de una cultura popular mediática fomentada por la radio comercial que necesitaba oírse de manera masiva para reproducirse financieramente y la voluntad de llegar a las clases desposeídas para extender los beneficios de la universidad sin conocer los mecanismos que posibilitan o impiden el consumo cultural, el modelo clásico se mantuvo hasta entrados los años 60.

Son diversos los factores de quiebre. Podríamos señalar, entre los más importantes, el empuje de una nueva generación de intelectuales y artistas con mayor sentido crítico, la burocratización del equipo fundador que se mantiene en posiciones de mando, los movimientos políticos, culturales y sociales que demandan canales de expresión, nuevos esquemas para entender la cultura popular y el papel de los medios de comunicación, la apertura de escuelas profesionales de periodismo y comunicación, así como la creación de otras emisoras universitarias en ciudades alejadas del centro del país como consecuencia de las políticas nacionales de comunicación que se desarrollan en tiempos de Luis Echeverría Álvarez y José López Portillo.

Bajo esta telaraña de razones se expande la radio universitaria que empieza a parecerse más a un camaleón, en la medida que asume colores y rostros muy diversos. Entre los años 1961, principio de la década del movimiento universitario y la protesta social en México y 1982, que marca el ascenso y fracaso de las políticas nacionales de comunicación, se fundan el grueso de las estaciones que forman la radio universitaria mexicana. Son 12 casas de estudio que tramitan y consiguen de las autoridades federales el permiso de operación de una frecuencia radiofónica y que reflejan posturas diferentes de la universidad pública frente de los grandes problemas nacionales.

El modelo clásico, en consecuencia, es revisado, releído, combatido según cada caso en particular dando lugar a nuevas versiones caracterizadas por su alternatividad, su línea política o una concepción diferente de la cultura popular y de elite.

La primera estación universitaria del país con el peso y la tradición de la casa de estudios más grande de América Latina, pronto asume en su seno la contradicción de su equipo administrativo con el productivo que se resuelve en una versión experimental intentando desarrollar los conceptos de Berltolt Brecht sobre las posibilidades creativas y estéticas del lenguaje radiofónico. Así, el escritor Carlos Monsivais señala que llega a la emisora en 1953 invitado por su profesor de literatura sin haber oído nunca hablar de la estación metida en la bruma de la alta cultura, pero que pronto se desarrolla durante la administración de Pedro Rojas un ambiente extraordinario de crítica y libertad creativas. Después, bajo la coordinación de Max Aub en los años 60 Radio Universidad Nacional se pone de moda entre las elites creadoras mexicanas: distinguidos intelectuales como Carlos Fuentes y Fernando Solana, Rosario Castellanos, José Emilio Pacheco y Sergio Pitol, Octavio Paz y Gabriel García Márquez, Juan García Ponce y Elena Poniatowska, se convirtieron en brillantes productores de radio, formando una vanguardia productiva, capaz de generar formatos sonoros y giros del lenguaje radiofónico que han permeado años más tarde hasta la radio comercial. Ese es, al decir de Fernando Curiel, uno de los aportes más significativos de nuestras emisoras a la cultura radiofónica nacional. El vital y profundo movimiento cultural mexicano de los 60 dio a la radiodifusión cultural un lugar que no había logrado desde sus inicios dentro del campo de la cultura y la educación al margen de las masas sociales a las que supuestamente dedicaba sus esfuerzos. El grueso de la población estudiantil se mantenía al margen hasta que las reivindicaciones sociales y la politización del sector lo movieron a abrir canales de expresión. Son los casos, -la batalla de Bahía de Cochinos, la matanza de Tlaltelolco, etc.- en donde la gran masa de estudiantes exige posiciones diferentes a la recién descubierta emisora de la UNAM.

En provincia, el panorama también es complejo. Radio UASLP, reciente fracturas y escisiones del grupo fundador logrando defender y mantener inmóvil su proyecto cultista por encima de la disidencia. La Veracruzana padece una crisis laboral y tecnológica que sólo será superada en los años 80.

Gracias a las políticas nacionales de comunicación que se desarrollan en toda América Latina en este momento de la historia, la radio universitaria se fortalece notablemente durante la gestión del presidente Echeverría, quien inicia un proceso de regulación de medios de comunicación como no había existido en otro gobierno. Se reglamenta la Ley Federal de Radio y Televisión, se promueven organismos supervisores de la actividad comunicativa con la reacción airada de la industria mediática, se otorgan 6 permisos de transmisión y se apoya la infraestructura tecnológica vía donaciones directas de la Presidencia de la República hacia las radios universitarias existentes.


Algunas, sumadas completamente a movimientos contestatarios de clase, como el caso de las Universidades de Oaxaca, Puebla y Guerrero; otras, a caballo entre la producción estética y política o bien experimentando perfiles de diversa naturaleza. Radio Universidad de Sonora, por ejemplo, nace con el concepto de las emisiones generalistas de servicio público en Europa y pretende ofrecer "información y cultura básica para la población", mediante una programación viva, participativa, donde se traten libremente los temas de actualidad en horarios propios para un público amplio que incluyera jóvenes, amas de casa y público en general. Guanajuato y Yucatán intentan desarrollar programas culturales alternativos a la cultura comercial y la Veracruzana, luego de la crisis de la década de los 60, aborda las transmisiones de manera institucional. Es decir, diseña un plan de trabajo basado en las tres funciones sustantivas de las universidades públicas mexicanas: extensión de la cultura, docencia e investigación científica, con notable acierto.

Otras propuestas se desarrollan al amparo de las llamadas universidad-pueblo o universidad-fábrica o bien de las presiones ideológicas de izquierda sobre la actividad. Radio Universidad de Sinaloa, por ejemplo, es tomada durante varios momentos en la década de los 70 por grupos estudiantiles fuertemente politizados que necesitaban de un mecanismo de prensa y propaganda. Guerrero y Puebla inician largos debates y movimientos contra el estado y sus aparatos exigiendo el otorgamiento de permisos de transmisión amparados en diversas razones. En Puebla se consideró que "la creación de radiodifusoras universitarias tiene varias implicaciones. Además del cumplimiento de sus tareas expresas, estas emisoras combaten en los hechos la concentración monopólica de la información y la cultura y abren cauces a la expresión de opiniones de quienes no tienen oportunidad de hacer oír su voz, de las grandes mayorías de la nación". (Toussaint, 1987).

Radio Universidad de Guerrero instrumentó, acaso, la batalla más fuerte por su modelo radiofónico en pro de los intereses populares. Su rector en 1981 anunciaba: "En lo relativo a la extensión universitaria (debía) rescatar los valores culturales de nuestro pueblo y tratar de llevar a éste los elementos que le permitan conseguir una vida siquiera digna". La radio era uno de sus instrumentos más importantes de acción, cuyo permiso fue negado una y otra vez hasta 1988, orillando a transmisiones piratas y movimientos solidarios, huelgas, etc. Incluso el Gobierno Federal llegó a retirar el subsidio a esa casa de estudios en tanto mantuviera señales radiofónicas "al aire" (Romo, 1990: 159).

El modelo clásico estaba herido de muerte. No solamente la politización de algunas universidades públicas obliga al replanteamiento de sus objetivos y funciones, sino también el mismo análisis de la cultura y la extensión, visto a través de nuevas experiencias sociales y académicas. En 1980, durante la Primera Reunión de Radiodifusoras Universitarias, Culturales y Educativas se escucharon voces de crítica dentro y fuera de los ámbitos nacionales. André Berruer, representante de la UNESCO en dicha reunión, declaraba que las radios universitarias eran "lujo elitista de la producción de las emisoras universitarias que corresponden a los intereses sectoriales de quienes realizan los programas (...) mientras que la función radiofónica universitaria debe preocuparse por educar y difundir la cultura del propio país" (Ídem, 29).

En las universidades, tanto la labor sustantiva de la extensión cultural como los principios que dan sentido a sus emisoras son cuestionadas a la luz de conceptos más englobantes y dialogales. La posición vertical de poseer la cultura de elite y extenderla extramuros es modificada muy lentamente por otras que van desde el reconocimiento de la cultura de masas hasta la conciencia de clase. Así, en la II Conferencia Latinoamericana de Difusión Cultural y Extensión Universitaria, Leopoldo Zea sostiene que no es posible mantener el concepto de cultura como complemento artístico de la docencia, dejando fuera importantes demandas sociales. "Llevar la cultura al pueblo implica negar a los individuos que forman este pueblo y por ende, su intervención, su presencia e implica uniformar los mensajes de la difusión cultural en la actitud propia del paternalismo" (Zea, 1972: 57).

La cultura popular y con ella algunos elementos de la cultura creada por la radio comercial empieza a ocupar un lugar importante en la reflexión, como lo muestra el planteamiento clasista de las universidades-pueblo y también la creación de universidades, como la Autónoma Metropolitana, que intenta formar intelectuales orgánicos encaminados a la transformación social. La extensión universitaria, en general, logra ser reconocida como elemento sustantivo de las instituciones de educación superior al amparo del concepto antropológico de cultura que otorga a las más diversas manifestaciones del hombre un sentido permeado por el proceso de humanización, de control natural y social; de poder.

Estas formas nuevas de concebir el trabajo de comunicar cultura y de observar los diferentes mundos simbólicos generan una tendencia a revalorar los medios comerciales en lo que tienen de negociación cultural entre el imaginario comercial y las culturas populares difundiendo géneros, estrategias narrativas, formatos y ritmos musicales que no son espacios monolíticos de difusión cultural, sino productos híbridos que, ciertamente, incluyen la matriz simbólica de la dominación y la ideología de una clase, pero también tienen conexiones directas a la sensibilidad popular. El mismo Carlos Monsivaís, en México, distinguido colaborador de Radio UNAM, ha dedicado una buena parte de su obra al análisis de los símbolos de la cultura comercial y sus nexos con la popular. Desde la misma perspectiva, vienen los cuestionamientos en torno de la cultura de elite -tema obligado para nuestras radios- que la encuentran situada dentro de los mecanismos sociales y culturales de exclusión de grandes grupos sociales en función de su profundo desconocimiento de los lenguajes crípticos de las bellas artes y su alejamiento de sensibilidades derivadas del conocimiento de la historia y estilos de un campo cultural específico y de matrices de distinción simbólica del resto de la masa.

Nuevos puntos de vista se oyen en las radios universitarias. Hernán Ramírez Loría, director de Radio Universidad de Yucatán, opinaba en 1983: "Hasta el momento actual, la mayoría de las estaciones culturales enfocan su programación a los núcleos de cultura superior, lo que considero un error, pues esta parte de la sociedad no necesita que se refuercen sus conocimientos con mensajes radiofónicos. Por el contrario, la programación de las difusoras culturales debe dirigirse a aquellas personas que no tienen oportunidad de obtener información básica necesaria de una manera regular, como sería asistiendo a una universidad o instituto de enseñanza superior" (Ramírez, 1983: 96).

La introducción de un nuevo perfil radiofónico de servicio público, generado por el Instituto Mexicano de la Radio que nace con el espíritu de competencia con la industria y en algunos casos, con el mismo sistema universitario, añade otros valores tanto a las radios comerciales como a las culturales. Empieza a hablarse de una radiodifusión del estado -entre radio gubernamental y pública; o bien entre perfiles culturales y definiciones de mercado- que valora de modo diferente la cultura popular, incluso la llamada cultura de masas buscando, como Radio Educación, perfiles informativos, periodísticos y de pluralidad cultural donde todas las expresiones caben sabiéndoles dar un sentido crítico y nacionalista. Los estudios de audiencia, las estrategias comunicativas de competencia entre actores a la caza de sus nichos de mercado, la mayor participación ciudadana tanto en términos políticos como culturales, son elementos que se incorporan a las prácticas radiofónicas.

Esta generación de industrias culturales de servicio público impulsadas por el gobierno de Miguel de la Madrid, tras la subversión política de las radios universitarias en los 70 y 80, contribuye a la marginación del perfil universitario. De un lado, está la radio comercial con décadas de construir su lenguaje y elementos de legitimación y del otro, el extremo cuestionado de las emisoras culturales de elite. En el medio, se levanta un nuevo modelo que no desconoce los condicionamientos económicos de la industria y tampoco sus responsabilidades como entidades públicas. Esta nueva orientación de la política estatal de comunicaciones reconoce que el régimen legal y de concesiones se ha desarrollado al margen de las demandas sociales permitiendo la existencia de actores y grupos que, sin tener la representación de la sociedad, se erigen en depositarios de la soberanía informativa, por lo que el gobierno determina impulsar medidas correctivas que van en el sentido de aumentar el número de estaciones culturales y de servicio público, promover la descentralización radiofónica a través de los sistemas estatales de comunicación y el IMER, producir programas culturales para diversos sectores.

La nueva política atenta severamente contra las pretensiones universitarias tanto en las áreas del financiamiento como del otorgamiento de frecuencias y su legitimidad social, pues durante esta administración no se abre prácticamente ninguna emisora universitaria y los apoyos que provenían de programas especiales se reducen ante un proyecto del estado. Además, la mayor audiencia lograda por estas emisoras, con un tinte cultural, es fundamento para la crítica a la programación de las casas de estudios sumidas, algunas, en las profundas aguas de la cultura de las elites. �Es viable para las emisoras universitarias el autofinanciamiento y la línea programática? �Cuál es el futuro de emisiones cuestionadas en su modelo clásico, dispersas ante las herencias culturales de sus regiones e instituciones, incapaces además, por la ley, de buscar la comercialización de sus espacios?

Además de estos factores de crisis que no se han resuelto del todo en los planteamientos de estas emisoras, hay que añadir otros que derivan de los nuevos escenarios económicos y de política educativa y cultural. En efecto, la reforma del estado mexicano ha iniciado un proceso de evaluación de las instituciones de educación superior, encaminado a verificar y reorientar, en su caso, las políticas nacionales sobre la base de que la educación "tiende a convertirse básicamente, en un recurso para incrementar la productividad y la competitividad, para renovar las estructuras económicas y enfrentar los cambios que de ella se derivan" (7) desplazando actividades derivadas de la vieja concepción en donde la universidad aceptaba la obligación de ampliar la docencia y la divulgación de la ciencia, la transferencia de conocimientos a la sociedad en función de la democratización del saber y promovía los valores democráticos, la formación de una conciencia crítica así como las actitudes y tareas de solidaridad social.

Como resultado de este debate, la extensión de la cultura -y dentro de ella las emisoras universitarias- reciente la disminución de partidas presupuestales y el debilitamiento de su orientación "humanística" que ha puesto el énfasis en programas de sensibilización artística dejando de lado el fortalecimiento de valores, actitudes y comportamientos éticos, cívicos y políticos que también forman parte del que hacer cultural. � Y qué decir de los nuevos escenarios mediáticos planteados por el predominio de la tecnología digital y su sobreoferta informativa que incluye de manera notable contenidos culturales minoritarios, típicos de las programaciones complementarias de nuestras universidades como las bellas artes, la cultura de elite, a través de señales restringidas e interactivas? �qué nuevas posiciones estamos obligados a jugar en medio de las emisoras "libres" o de aire y la creciente formación de las redes digitales de información multimedia? �Cuál es la situación profunda que viven hoy las estaciones universitarias en el contexto del servicio público del país? �Qué alternativas se le presentan ante la ideología del mercado, la productividad, la autosuficiencia financiera y la reconversión digital del sistema integrado de información? �Cuál es la naturaleza de la cultura ofertada por sus emisiones, dadas las realidades híbridas y transnacionales de fin de siglo? En la medida en que la radio universitaria nacional ha transitado en el tiempo, las preguntas se han agolpado en nuestras cabezas mostrando más interrogaciones que respuestas. Quizás por ello, debamos (o podamos) hablar de nuestra identidad fragmentada o en vías de construcción.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Marimar Barrientos: para mi la radio universitaria es de suma importancia, a pesar de que no se le toma mucho en cuenta creo que es un medio de expresión de los jóvenes para los jóvenes que trata temas actuales e inquietudes en los que están implícitos la diversidad de opiniones así como el reflejo de una educación que es la base del desarrollo, por lo que la radio universitaria refleja a una juventud diversa, su educación y una situación actual que otro tipo de radio no está enfocado a dar.

Anónimo dijo...

La radio universitaría es un medio de comunicación,que día a día va tomando más fuerza, ya que es un medio cuya audiencia es joven, y estos han encontrado mediante la radio universitaría el medio por el cual poider expresar sus ideas sin que se les reprima.La mayor parte de las radios universitarios ayudan a la fromación de los jovenes en base de que los temas que se tratan dentro de estas son de importancia para los jovenes y de los cuáles antes ni se mencionaban.

indefiniteflavours dijo...

Gina Cabrera del grupo E1:

Creo que es muy importante y significativo el que se haya permitido y se permita la existencia y en consecuenia, la evolución y el crecimiento de una radio universitaria, la cual se ha constituido y se ha ido enriqueciendo, sustentando y redefiniendo a partir de la diversidad, inquietudes y demandas que han hecho los jóvenes estudiantes que cada vez buscan más lugares y espacios donde poder manifestarse de diversos modos y por diferentes medios. En este sentido, la radio universitaria constituye un espacio trascendental mediante el cual los jóvenes pueden conformarse y expresarse, redefinir y crear, establecer y adaptar, experimentar e innovar y, lo más importante de todo, ayudar a la difusión y al avance cultural de una sociedad que lo requiere demasiado pues lamentablemente, no cuenta con los medios para que la mayor parte de su población tenga acceso a la educación, lo cual implica un estancamiento y un retroceso y en sí, una situación de desventaja frente a otros países.

Creo que la radio universitaria es una "herramienta" (por llamarle de alguna manera) importante a partir de la cual se han podido satisfacer (principalmente) 2 necesidades importantes: aquella de los estudiantes (en su mayoría) que desean comunicar sus inquietudes e ideologías y han tenido la oportunidad de experimentar y triunfar en la manera de hacer radio, de comunicar y aquella en que el receptor puede informarse y recrearse de una peculiar manera que ha resultado además, efectiva y placentera.

Isabel Rodríguez dijo...
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Isabel Rodríguez dijo...
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Isabel Rodríguez dijo...

Pues me parece muy bien que existan las radios universitarias (como la nuestra que es Ibero 90.9) pero también tienen razón en el texto de que es una elite y debemos de hacer más por la difusión de la educación y valores a la sociedad. Ya que tenemos ese privilegios de contar con una radio universitaria hay que utilizarla bien (claro, también podemos experimentar y expresarnos, pero no todo es eso). Hay que buscar un equilibrio entre el interés común y el interés real, es decir, entre lo que la gente quiere escuchar pero también lo que la sociedad necesita escuchar para ser cada vez mejores personas.

Al ser permisionadas no se van tanto por vender, aunque a veces sí se ven influenciadas por el tipo de Universidad, lo cual no está mal pero como ya dije es bueno encontrar un equilibrio.

Aún falta terreno por recorrer en las radios universitarias y que también la gente se entere de que existen y les den una oportunidad porque a veces son más valiosas que las "profesionales" y el alumnado tiene más que aportar al mundo que muchos de los locutores de estaciones no universitarias.

Janis dijo...

de casualidad sabes cómo se manejan las radios universitarias con la sacm? y qué pasa con las radios universitarias por internet, que no son radios, ni permisionadas, pero igual buscan ser un espacio de práctica universitaria?